Calderon de la Barca - A secreto agravio, JEZYKI, En espanol, C
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Pedro Calderón de la Barca
A secreto agravio, secreta vengaza.
Personas
EL REY DON SEBASTIAN.
DON LOPE DE ALMEIDA.
DON JUAN DE SILVA.
DON LUIS DE BENAVIDES.
DON BERNARDINO,
viejo.
EL DUQUE DE BERGANZA.
DOÑA LEONOR,
dama.
SIRENA,
criada.
MANRIQUE,
criado.
CELIO,
criado.
UN BARQUERO.
ACOMPAÑAMIENTO.
SOLDADOS.
La escena es en Lisboa, en las cercanías de Aldea Gallega y en otros
puntos.
Jornada primera
Vista exterior de una quinta del Rey
Escena primera.
EL REY DON SEBASTIAN, DON LOPE DE ALMEIDA,
MANRIQUE,
acompañamiento
DON LOPE
Otra vez, gran señor, os he pedido
esta licencia, y otra habéis tenido
por bien mi casamiento;
mas yo que siempre, a tanta luz atento,
vivo en vuestro semblante, vengo a daros
cuenta de mi elección, y a suplicaros
que en vuestra gracia pueda
colgar las armas, y que Marte ceda
a Amor la gloria, cuando en paz reciba,
en vez de alto laurel, sagrada oliva.
Yo os he servido, y solamente espero
esta merced por galardón postrero,
pues con esta licencia venturosa
hoy saldré a recibir mi amada esposa.
REY.
Yo estimo vuestro gusto y vuestro aumento,
y me alegro de vuestro casamiento;
y a no estar ocupado
en la guerra que en Africa he intentado,
fuera vuestro padrino.
DON LOPE.
Eterno dure ese laurel divino
que tus sienes corona.
REY.
Estimo en mucho yo vuestra persona.
(V ase el Rey y el acompañamiento.)
Escena II
DON LOPE, MANRIQUE.
MANRIQUE.
Contento estás.
DON LOPE.
Mal supiera
la dicha y la gloria mía
disimular su alegría
¡Felice yo, si pudiera
volar hoy!
MANRIQUE.
Al viento igualas.
DON LOPE.
Poco aprovecha; que el viento
es perezoso elemento.
Diérame el amor sus alas,
volara abrasado y ciego;
pues quien al viento se entrega,
olas de viento navega,
y las de amor son de fuego.
MANRIQUE.
Para que desengañanne
pueda, creyendo que tienes
causa, dime a lo que vienes
con tanta prisa.
DON LOPE.
A casarme.
MANRIQUE.
¿Y no miras que es error,
digno de que al mundo asombre,
que vaya a casarse un hombre
con tanta prisa, señor?
Si hoy, que te vas a casar,
del mismo viento te quejas,
¿qué dejas que hacer, qué dejas
cuando vayas a enviudar?
Escena III
DON JUAN DE SILVA,
en traje pobre,
DON LOPE, MANRIQUE.
DON JUAN.
(Para sí.)
¡Cuán diferente pensé
volver a ti, patria mía,
aquel infelice día
que tus umbrales dejé!
¡Quién no te hubiera pisado!
Pues siempre mejor ha sido,
adonde no es conocido,
vivir el que es desdichado.
Gente hay aquí, no es razón
verme en el mal que me veo.
DON LOPE.
Aguárdate. No lo creo.
¿Si es verdad? ¿Si es ilusión?
¡Don Juan!
DON JUÁN.
Dudoso
de tanta dicha, mis brazos
han suspendido sus lazos.
DON JUAN.
Deteneos, que es forzoso
que me defienda de quien
tanto honor y valor tiene;
que hombre que tan pobre viene,
don Lope amigo, no es bien
que toque (oh suerte importuna!)
pecho de riquezas lleno.
DON LOPE.
Vuestras razones condeno,
porque si da la fortuna
humanos bienes del suelo,
el cielo un amigo da
como vos: ¡ved lo que va
desde la fortuna al cielo!
DON JUAN.
Aunque hacéis que aliento cobre,
en mí mayor mal está.
¡Mirad cuán grande será
mal que es mayor que ser pobre!
Y porque mi sentimiento
algún alivio prevenga,
si es posible que le tenga,
escuchad, don Lope, atento.
A la conquista famosa
de la India, que eligió
para su tumba la noche
y para su cuna el sol,
DONLOPE.
¡Don Lope!
amigos, y tan amigos,
pasamos juntos los dos,
que asistieron en dos cuerpos
un alma y un corazón.
No codicia de riqueza,
sino codicia de honor
obligó nuestros deseos
a tan atrevida acción,
como tocar con bajeles
la provincia que ignoró
por tantos años la ciencia,
nunca creída hasta hoy.
La nobleza lusitana
de su fortuna fió
naves, que ciertas exceden
las fingidas de Jasón.
Dejo esta alabanza a quien
pueda con más dulce voz
contar los famosos hechos
desta invencible nación;
porque el gran Luis de Camoens,
escribiendo lo que obró,
con pluma y espada muestra
ya el ingenio y ya el valor
en esta parte. Después,
Don Lope invicto, que vos,
por muerte de vuestro padre,
volvisteis, me quedé yo,
bien sabéis con cuánta fama
de amigos y de opinión,
que ahora perdidos hacen
el sentimiento mayor.
Pero en efecto es consuelo.
¡Ved si desgraciado soy,
que nunca le di, malquisto,
a la fortuna ocasión!
Había en Goa una señora,
hija de un hombre a quien dio
grande cantidad de hacienda
codicia y contratación.
Era hermosa, era discreta;
que, aunque enemigas las dos,
en ella hicieron las paces
hermosura y discreción.
Servíla tan venturoso,
que merecí algún favor;
pero ¿quién ganó al principio,
que a la postre no perdió?
¿Quién fue antes tan felice,
que después no declinó?
Porque son muy parecidos
juego, fortuna y amor,
Don Manuel de Sosa, un hombre
(hijo del gobernador
Manuel de Sosa) por sí
de mucha resolución,
muy valiente, muy cortés,
bizano y cuerdo (que yo,
aunque le quite la vida,
no he de quitarle el honor),
de Violante enamorado
(que éste es el nombre que dio
ocasión a mi ventura
y a mi desdicha ocasión),
en Goa públicamente
era mi competidor.
Poco cuidado me daba
su amorosa pretensión;
porque siendo, como era,
el favorecido yo,
la pena del despreciado
hizo mi dicha mayor.
Un día, que el sol hermoso
saliera (¡pluguiera a Dios,
sepultara eterna noche
su continuo resplandor!),
salió con el sol Violante:
bastaba pedirle yo
que aun el uno no saliera,
para que salieran dos.
De criados rodeada
a la marina llegó
donde estaba mucha gente,
porque en aquella ocasión
había llegado una nave
al puerto, y su admiración
ido causa a aqueste concurso,
y a mi desdicha la dio.
Estábamos en un corro
de mucha gente los dos,
todos soldados y amigos,
cuando a la vista pasó
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