Calderon de la Barca - Comedia famosa del purgatorio S. Patricio, JEZYKI, En espanol, C
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Comedia Famosa del Purgatorio
de S. Patricio
De D. Pedro Calderón de la Barca,
y representada por Andrés de la Vega
Personas que hablan en ella:
Egerio
,
rey de Irlanda
.
Leogario
.
Un Capitán
.
Polonia
.
Patricio
.
Lesbia
.
Ludovico
.
Philipo
.
Paulín
,
villano
.
Locía
,
villana
.
Un hombre embozado
.
Un Ángel bueno
.
Dos Canónigos Reglares
.
Un Ángel malo
.
Un viejo
,
de villano
.
Dos villanos
.
PRIMERA JORNADA
[CUADRO I]
Salen Egerio, rey de Irlanda, vestido de pieles; Leogario; un Capitán;
Polonia y Lesbia, deteniéndole.
Rey.
Dejadme dar la muerte.
Leogario
.
Señor, detente.
Capitán
.
Escucha.
Lesbia
.
Mira.
Polonia
.
Advierte.
Rey
.
Dejad que desde aquella
punta vecina al sol, que de una estrella
a las saladas ondas despeñado,
5
corona su tocado,
baje quien tantas penas se apercibe:
muera rabiando quien rabiando vive.
Lesbia
.
¿Al mar furioso vienes?
Polonia
.
Durmiendo estabas; di, señor, ¿qué tienes?
10
Rey
.
Todo el tormento eterno
de las sedientas furias del infierno,
partos de aquella fiera
de siete cuellos que la cuarta esfera
empaña con su aliento.
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En fin, todo su horror y su tormento
en mi pecho se encierra,
que yo mismo a mí mismo me hago guerra
cuando, en brazos del sueño,
vivo cadáver soy; porque él es dueño
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de mi vida, de suerte
que vi un pálido amago de la muerte.
Polonia
.
¿Qué soñaste, que tanto te provoca?
Rey
.
¡Ay, hijas! Atended: que de la boca
de un hermoso mancebo
25
—aunque mísero esclavo, no me atrevo
a injuriarle, y le alabo—;
al fin, que de la boca de un esclavo
una llama salía,
que en dulces rayos mansamente ardía,
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y a las dos os tocaba,
hasta que en vivo fuego os abrasaba.
Yo, en medio de las dos, aunque quería
su furia resistir, ni me ofendía,
ni me tocaba el fuego.
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Con esto, pues, desesperado y ciego,
despierto de un abismo,
de un sueño, de un letargo, un parasismo,
tanto mis penas creo,
que me parece que la llama veo,
40
y, huyendo a cada paso,
ardéis vosotras, pero yo me abraso.
Lesbia
.
Fantasmas son ligeras
del sueño, que introduce estas quimeras
al alma y al sentido.
45
Tocan una trompeta.
Mas, ¿qué clarín es éste?
Capitán
.
Que han venido
a nuestro puerto naves.
Polonia
.
Dame licencia, gran señor, pues sabes
que un clarín, cuando suena,
es para mí la voz de la sirena;
50
porque a Marte inclinada,
del militar estruendo arrebatada,
su música me lleva
los sentidos tras sí; porque le deba
fama a mis hechos, cuando
55
llegue en ondas de fuego navegando
al sol mi nombre, y con veloces alas
allí compita a la deidad de Palas.
([
Ap
.] Aunque más parte debe a este cuidado,
el saber si es Filipo el que ha llegado.)
Vase
.
60
Leogario
.
Sal, señor, a la orilla
del mar, que la cabeza crespa humilla
al monte, que le da, para más pena,
en prisión de cristal, cárcel de arena.
Capitán
.
Divierta tu cuidado
65
este monstruo nevado,
que en sus ondas dilata
a espejos de zafir, marcos de plata.
Rey
.
Nada podrá alegrarme.
Tanto pudo el dolor enajenarme
70
de mí, que ya sospecho
que es Etna el corazón, volcán el pecho.
Lesbia
.
Pues, ¿hay cosa a la vista más süave
que ver quebrando vidrios una nave,
sie ndo en su azul esfera,
75
del viento pez, y de las ondas ave,
cuando corre veloz, surca ligera,
y de dos elementos amparada,
vuela en las ondas y en los vientos nada?
Aunque agora no fuera
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su vista a nuestros ojos lisonjera,
porque el mar alterado,
en piélagos de montes levantado,
riza la altiva frente,
y sañudo Neptuno,
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parece que, importuno,
turbó la faz y sacudió el tridente.
Tormenta el marinero se presuma,
que se atreven al cielo
montes de sal, pirámides de yelo,
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torres de nieve, alcázares de espuma.
Sale Polonia
.
Polonia
.
¡Gran desdicha!
Rey
.
Polonia,
¿qué es eso?
Polonia
.
Esa inconstante Babilonia,
que al cielo se levanta
—tanta es su furia y su violencia tanta—
95
con un furor sediento
—¿quién ha visto con sed tanto elemento?—
en sus entrañas bárbaras esconde
diversas gentes, donde
a consagrar se atreve
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sepulcros de coral, tumbas de nieve
en bóvedas de plata;
porque el dios de los vientos los desata
de la prisión que asisten;
y ellos, sin ley y sin aviso, embisten
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a ese bajel, cuyo clarín sonaba,
cisne que sus exequias se cantaba.
Yo, desde aquella cumbre,
que al sol se atreve a profanar la lumbre,
contenta le advertía,
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por ver que era Filipo el que venía;
Filipo, que en los vientos, lisonjeras
tus armas, tremolaban sus banderas;
cuando su estrago admiro
y, cada voz envuelta en un suspiro,
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desvanecí primero sus despojos,
efeto de mis labios y mis ojos,
porque dieron veloces
más agua y viento en lágrimas y voces.
Rey
.
Pues, dioses inmortales,
120
¿cómo probáis con amenazas tales
tanto mi sufrimiento?
¿Queréis que suba a derribar violento
ese alcázar azul, siendo segundo
Nembrot, en cuyos hombros
125
pueda escaparse el mundo,
sin que me caüse asombros
el ver rasgar los senos
con rayos, con relámpagos y truenos?
Dentro Patricio
.
Patricio
.
¡Ay de mí!
Leogario
.
Triste voz.
Rey
.
¿Qué es eso?
Capitán
.
A nado
130
un hombre se ha escapado
de la crüel tormenta.
Lesbia
.
Y con sus brazos dar la vida intenta
a otro infelice, cuando
estaba con la muerte agonizando.
135
Polonia
.
Mísero peregrino,
a quien el hado trujo, y el destino,
a tan remota parte,
norte vocal, mi voz podrá guiarte
si me escuchas, pues por animarte hablo:
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llegad.
Salen mojados Patricio y Ludovico, abrazados los dos,
y caen saliendocada uno a su parte.
Patricio.
¡Válgame Dios!
Ludovico
.
¡Válgame el diablo!
Lesbia
.
A piedad han movido.
Polonia
.
Si no es a mí, que nunca la he tenido.
Patricio
.
Señores, si desdichas
suelen mover los corazones dichas,
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sucedidas no espero
que pueda hallarse corazón tan fiero
a quien no ablanden. Mísero y rendido,
piedad por Dios a vuestras plantas pido.
Ludovico
.
Yo no, que no la quiero;
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que de los hombres ni de Dios la espero.
Rey
.
Decid quién sois; sabremos
la piedad y hospedaje que os debemos.
Y porque no ignoréis quién soy, primero
mi nombre he de decir; porque no quiero
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que me habléis indiscretos,
ignorando quién soy, sin los respetos
a que mi vista os mueve,
y sin la adoración que se me debe.
Yo soy el rey Egerio,
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digno señor deste pequeño imperio;
pequeño porque es mío,
que hasta serlo del mundo desconfío
de mi valor. El traje,
más que de rey, de bárbaro salvaje
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traigo porque quisiera
fiera ansí parecer, pues que soy fiera.
A dios ninguno adoro,
que aun sus nombres ignoro,
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